“ Estaba en Atocha. Tenía la sensación de estar volviendo de
fiesta. Mientras cruzaba el paso de cebra me di cuenta de que estaba
acompañado: a mi derecha estaba Mateo, un compañero del módulo, y a mi
izquierda… ¡Jennifer Lawrence!, mi amor platónico.
Extrañado por su presencia no paraba de mirar hacia la
izquierda mientras andaba en silencio. Quería asegurarme de que era realmente
ella. Tras mirarla varias veces no me quedó ninguna duda, era ella, la
mismísima Jennifer Lawrence.
En aquel momento me di cuenta de que estaba viviendo algo
único.
Justo antes de terminar de cruzar la calle nuestras miradas
se encontraron. Y me habló:
- Voy a guardar tu número.
- Yo también voy hacer lo mismo.-respondí yo.
- Ah, ¿todavía no lo has hecho?, mira que es raro…
Asombrado por la contestación, no supe qué decir. Los tres
empezamos a reír mientras bajábamos las escaleras para meternos al metro. Hubo
un detalle que me llamó la atención: su voz sonaba igual que en la realidad, pero
traducida al español.
Cuando llegamos a los tornos del metro estábamos solos. Los
demás ya habían pasado y nos habíamos quedado rezagados. Nos dirigíamos a la
línea 1(Azul). Metió su billete y me colé tras ella, con la mala suerte que me
pilló un guardia. Le enseñé mi tarjeta, pero me hizo pasar de nuevo por el
torno.
De pronto, cuando me disponía a pasar la tarjeta por el
sensor, ella se volvió y me dijo– “Voy a coger otra línea, que esta va a tardar
demasiado”. Y se fue para coger la línea 4 (Marrón).
Este es el punto clave de la historia. Sentí que era dueño
de mis actos. Es lo que se conoce como sueño lúcido. Pese a estar soñando podía
pensar y actuar como si estuviese consciente. Lo único que no era capaz de
controlar era mi entorno.
En medio de esa sensación noté que algo tiraba de mi mano
derecha, tratando de avanzar. Levanté la vista y la vi. Estaba agarrado a su
antebrazo.
Caminé unos metros junto a ella, hasta que de repente se dio
media vuelta y me dijo: “Adiós”. Su
antebrazo se deslizó por mi mano. Rocé su muñeca, la palma de su mano y finalmente
la yema de sus dedos. Vi cómo se alejaba.
Entonces, dije unas palabras que me salieron del alma:
-
Oye, que pasa, ¿que no me vas a dar dos besos?
Ella, al oír esto, se paró en seco, se dio media vuelta y se
acercó a mí. El metro estaba llegando a la estación. Impulsado por algo
desconocido, la abracé. Me abrazó. Besé su mejilla derecha una, dos o tres
veces haciendo que se sonrojara.
En ese momento perdí la noción del tiempo. Sabía
perfectamente lo que estaba pasando, sabía a ciencia cierta que estaba viviendo
lo más increíble e improbable del mundo.
Bajé mis brazos a la altura de su cintura. Su brazo izquierdo rodeó mi nuca, mientras su
mano derecha me acariciaba. Tras unos segundos mirándonos a pocos centímetros, me
besó. Mientras nos besábamos, comencé a temblar, temblé de la emoción del
momento, temblé porque estaba ocurriendo lo que menos esperaba que fuera a
suceder…
Todo era tan perfecto…No podía ser real. Una parte de mí sabía
que lo que estaba viviendo era un sueño. Por otro lado me sorprendía que todo
fuese tan real. Para aclarar esta enorme duda decidí cerrar los ojos, pensando
que si estaba en un sueño al abrirlos todo desaparecería y despertaría en mi
cama. Los volví a abrir. Me encontraba en el mismo sitio, con la misma persona,
temblando. Nos separamos lentamente. Estaba tan conmocionado que no me podía
mover. Cada vez estaba más convencido de que lo que estaba viviendo era real. Había
usado un método que casi siempre funciona en los sueños… Pero el resultado no
había sido el que esperaba. Estaba alucinando.
Entonces, ella me preguntó mi nombre y mi edad. Respondí
algo descolocado después de lo que había pasado. Me volvió a besar una segunda
vez. Esta vez con más ternura. Cuando nuestros labios se separaron, me miró a
los ojos con una sonrisa puesta y me
dijo:
-“Tienes un “si quiero” en la boca”.
Una luz detrás de ella empezó a brillar con una fuerza cada
vez mayor, difuminando la escena. Sentí como el corazón latía
descontroladamente. Desperté, temblando, con los labios aún húmedos, y con la
sensación de haber tocado realmente sus manos. No me había levantado aún de la
cama y un millón de preguntas empezaron a invadir mi cabeza. No sabía qué hacer,
me sentía algo desorientado. Tenía su imagen grabada en mi mente. Me levanté,
subí la persiana para ubicarme un poco, e intenté encajar las piezas para
tranquilizarme, pero fui incapaz de hacerlo. Tan sólo pude estar en silencio
dudando de si realmente había sido un sueño, una vida paralela, o alguna otra
dimensión totalmente desconocida. Sé que os parecerá algo absurdo, pero sentía
que tenía que escribir esta historia: “ La escena más bonita de mi
subconsciente.”